Mtro. Álvaro Manuel García Fuentes
6 Junio 2011
Una cálida lluvia salada
Cubriendo el agua salada mis mejillas,
Llueve sobre mi rostro a cántaros,
Se nubla la vista en torrencial sin sombrillas,
Y el tiempo en las heridas son los ácaros.
Al no haber montañas que capturen en su inmensidad,
¡Los secos y enormes ecos mudos de mi voz!,
Lo más profundo de tu ser de ingenuidad
Y que la hagan resonar como ¡altavoz!
¡No es que no haga lo esperado!, ¡lo inaudito!, ¡lo admirable!;
Es que no captas las ideas en la luz,
Será que soy tan conmensurable
O es que guardas la mirada tal si fueras avestruz.
¡Abre tus ojos!, no los cierres, no los empañes con el tintero,
¡Presente, en tu mundo estoy aquí!
Dios, ¡espero no seas como Homero!
Que esperándote en el tiempo, ¡mi alma!, fuera como un maniquí.
Si entiendes mis palabras, tú sabrás,
Que no puedo pedirte, ni exigirte nada;
Entiende que los ácaros corroen mi mirada
Si no respondes, juntos, ¡con mi alma morirás!
Seguiré viviendo, eso es cierto,
Pero muerto en vida seguiré
Caminando por la vida, es incierto,
¡Seco!, ¡muerto! ¡Y sin ti!, mi vida, ¡viviré!
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